Versos del 1 al 7
Se dan más detalles en cuanto a la purificación del “tzaráat” y acerca de la purificación de cualquier otra impureza.
Puesto que el leproso estaba excluido, no sólo del Santuario sino también, del campamento, su restauración se efectuaba mediante dos ceremonias.
La primera, le permitía volver al campamento y relacionarse con sus hermanos.
La segunda, realizada una semana más tarde, se llevaba a cabo en el Atrio del Tabernáculo y lo restauraba a una plena Comunión y a todos los privilegios de la relación del Pacto.
En la primera fase se eliminaban las siguientes facetas de la impureza: se le permitía al “metzorá” quien es “el leproso” a entrar al campamento de los israelitas y ya no contaminaba la totalidad de un edificio por el solo hecho de estar bajo su techo.
Sin embargo, el “metzorá” en sí, seguía siendo tamé (impuro), al punto de que toda prenda que usase se hacía “tamé”.
Pero en vez de convertirse en nivel primario u originario de “tumá”, como hubiese sido el caso antes de completar la primera fase, las prendas de vestir, la ropa de cama y las monturas se hacían sólo contaminadas en primer grado.
Además, estas se hacían “tamé” sólo si tocaban su cuerpo.
La primera ceremonia, cuyo objeto era capacitar al leproso para que volviera al campamento, se realizaba fuera de éste.
Para expiar por sus pecados, el antiguo pecador debe purgarse del defecto moral que le llevó a obrar mal.
La causa subyacente de los chismes y las calumnias, los pecados que castiga la “tzaráat” es la altivez, debido a que incuba el desprecio, provocando que la persona hable de ellos con crueldad.
Por este motivo, el Arrepentimiento del “metzorá” implica la decisión de cambiar, transformación que se simboliza de manera muy gráfica, por los siguientes objetos que acompañan su ofrenda.
Madera de cedro, debido a que el cedro crece alto, es imponente y ancho, representa la altivez.
Hilo carmesí, el hilo debe ser de lana, teñido de un pigmento que se obtiene de un pequeño animal, una especie de insecto o caracol, por lo que simboliza la reciente humildad del penitente.
El hisopo, un arbusto bajo, representa asimismo la noción de la humildad.
La vasija de barro, representa al cuerpo humano, que fue sacado de la tierra.
El agua corriente puede representar la Torá o el Espíritu de YEHOVAH DIOS. El agua, también podrá simbolizar la muerte.
La ave viva que está juntada con madera de cedro, representa al Mesías, quien fue colgado sobre madera, para así limpiar al hombre de la lepra del pecado.
La ave viva es sumergida en la sangre del ave muerta. Esto representa, el momento de la muerte de Yeshúa.
El ave viva no es dejada en el recipiente que contiene el agua mezclada con la sangre hasta que muera, sino que es sacada de allí. Esto simboliza la muerte y resurrección del Mesías.
Sin embargo, antes de que el Sacerdote soltase la ave, rociaba siete (7) veces al que debía ser purificado y lo declaraba limpio.
Entonces, le mandaba que se lavara la ropa, que se afeitase y que se bañara. Luego, de haber realizado esto, podía entrar en el campamento.
Versos del 8 al 13
El agua hace alusión a la ablución ritual en el “Mikvé”. Pero cuando el texto menciona “Maim haim” hace referencia a “aguas surgentes del manantial”.
El séptimo día, raerá (razurará) todo el pelo. El corte debe ser realizado por el Cohén, quien corta todo el pelo que se encuentra en la superficie del cuerpo del metzorá (del leproso).
El Verso sólo menciona la cabeza, la barba y las cejas, debido a que el pelo de estas tres áreas simboliza su pecado.
Así, la cabeza representa altivez, el “metzorá” se consideró mejor y más digno de respeto que las personas a quienes difamó, rasurará la barba alrededor de la boca, el órgano que dijo el chisme y las injurias.
Y las cejas representan la “censurable mueca”, “envidia” literalmente, “estrechez del ojo”, que indujo a destruir la reputación de los demás.
Es puro, sólo en relación al mayor grado de contaminación que tenía previamente. Sin embargo, conserva un grado menor de contaminación.
Una semana después de la primera ceremonia, realizada fuera del campamento, el leproso se acercaba a la puerta del Tabernáculo para cumplir los ritos finales.
El “metzorá” ofrece tres animales y cada uno de ellos es acompañado de una ofrenda oblación de un décimo de efá.
De esta manera, el “metzorá” constituye una excepción a la regla, pues las ofrendas por pecado y de culpabilidad no suelen ser acompañadas por ofrendas de cereales.
Es probable, que se le conceda este honor al leproso para dar testimonio ante YEHOVAH DIOS de la sinceridad de su arrepentimiento, tal y como queda en evidencia, por la remoción de su padecimiento corporal.
Versos del 14 al 20
Esta parte del ritual, era similar al rito de Consagración del Sacerdote y quizá tuviera el mismo significado (Levítico 8, 23).
Tanto los Sacerdotes como el que es purificado de “tzaráat” es objeto del mismo rito.
Por un lado, podríamos entender como que “el que había tenido tzaráat” ahora tiene el derecho, para acercarse al Tabernáculo.
En ese sentido, se asemeja al Ministerio del Sacerdote, que tiene el derecho de estar cerca de YEHOVAH DIOS.
Sin embargo, hay algo más profundo aquí. El Mesías está asociado con un hombre “leproso”.
Todo este proceso de purificación del “metzorá” está hablando de lo que el Mesías tenía que pasar para poder entrar en su Gloria.
Luego de ofrecer el sacrificio por la transgresión, se ofrecían el sacrificio por el pecado y el holocausto.
La Ofrenda por la transgresión había efectuado la expiación (Vs 18). Todo descuido pasado había sido perdonado.
Después de esta fase final del largo proceso de purificación, puede entrar al Santuario y comer carne de los sacrificios.
Versos del 21 al 32
Un pobre podía ofrecer dos tórtolas o dos palominos en lugar de los dos corderos exigidos para la ofrenda por el pecado y el holocausto.
Sin embargo, no podía sustituirse el cordero de la ofrenda por la transgresión.
Debía presentarse el cordero, ya se tratara de un rico o de un pobre.
También había una disminución en la cantidad de harina requerida, puesto que se aceptaba 1/10 de efa (2 litros o 900 gramos) en lugar de los 3/10 del Vs. 10.
El log (aproximadamente 300 mililitros) de aceite permanecía invariable.
El hombre recibía el perdón por todos sus delitos pasados y se le concedía la expiación. Quedaba restaurado para participar en la congregación.
Aunque el hombre sea pobre, no hay rebaja en cuanto al animal que se tenía que dar, como ofrenda por la culpa.
Tanto el rico, como el pobre tenían que dar un cordero por la culpa.
Nos enseña que el precio para liberar al hombre no puede rebajarse, es el mismo, para el rico, como para el pobre.
El precio es la muerte del Cordero de YEHOVAH DIOS.
Por medio de la muerte del Cordero, tanto el rico, como el pobre, podrán ser libres del pecado y purificados, para poder entrar en el santuario celestial y estar cerca de YEHOVAH DIOS.
Versos del 33 al 57
La “tzaráat” y otros padecimientos de ese tipo, son claramente fenómenos sobrenaturales. Obviamente, su manifestación obedece un propósito.
Cuando los habitantes cananeos de “Éretz” Israel vieron que los israelitas conquistarían la tierra, escondieron sus pertenencias valiosas en las paredes de sus propias casas.
Para posibilitar que los israelitas se adueñarían de esas casas y hallasen dichas riquezas, YEHOVAH DIOS solía mandar una dolencia, a la parte de una pared donde estas estaban escondidas, para que debieran retirarse las piedras afectadas y los tesoros quedaran al descubierto.
Los padecimientos de “tzaráat” como toda otra dolencia semejante, eran la forma en que YEHOVAH DIOS castigaba el egoísmo y la maledicencia.
De manera Misericordiosa, YEHOVAH DIOS empieza por afectar los bienes físicos, primero casas, luego vestimentas, más si la víctima no aprende la lección y no hace penitencia, su propia carne será afectada.
Aquel a quien pertenece la casa, intimando que su pecado fue sentir con egoísmo que la casa es suya y que no tiene obligación alguna de compartir sus bendiciones con sus congéneres.
Cuando alguien quiso tomar prestado algo de su propiedad, le respondía que no tenía ese objeto.
Al mandarle “tzaráat” a su casa, YEHOVAH DIOS lo obligaba a sacar sus pertenencias de allí, para que las personas vieran lo que poseía y cuán desconsiderado había sido.
De hecho, esta persona muestra una inclinación hacia la herejía, dado que piensa que su propiedad sólo le pertenece a él.
Piensa que la adquirió exclusivamente por medio de sus propios esfuerzos y que nadie tiene el derecho de disfrutar las bonanzas de su éxito personal.
¡No reflexiona que, en realidad, la casa, el dinero y el éxito, fueron dados por YEHOVAH DIOS!
Y el mismo YEHOVAH DIOS que le dio lo que tiene, desea que lo comparta con los demás.
Porque YEHOVAH DIOS puede darle más o arrebatarle aquello que esté utilizando en forma indebida.
Aunque estos padecimientos son impuestos en orden ascendente de severidad, la Ley los enumera en orden inverso, empezando con la “tzaráat” de la persona y concluyendo con la “tzaráat” de la casa.
Ello, es debido a que YEHOVAH DIOS prefiere enunciar los castigos en orden descendente, en vez, de nombrar castigos, cada vez más aterradores.