Introducción
Autor y época. El año 586 a.C. sucede lo que parecía imposible, la ciudad inexpugnable y el Templo inviolable desde el que irradiaba la protección de YEHOVAH Dios (Salmo 46, 6-7; 48, 4-9; 72, 2-4) han caído en manos de los enemigos.
Jeremías fue el único que vio venir la catástrofe, la anunció y por ello pagó con la cárcel. Ahora, los hechos le han dado la razón.
Se trata del segundo asedio, con sus consecuencias de hambre, sed, matanzas, incendios, saqueos y después, el destierro forzado.
Estos acontecimientos que dan pie a las Lamentaciones se narran en el Segundo libro de los Reyes y en Jeremías 39 y 52, transformándose en una visión en Ezequiel 9.
“Lamentaciones” o “Trenos de Jeremías” es el título tradicional de estas cinco elegías o cantos fúnebres por la caída de Jerusalén.
La atribución del escrito a Jeremías de donde procede nuestro vocablo “jeremiada” (muestra exagerada de dolor), sirve para dar autoridad a la obra.
Uno o varios poetas anónimos hacen del suceso el tema de sus canciones. Se diría que han vivido los acontecimientos y que los escriben después de la catástrofe.
Puede ser que estos cantos se hayan recitado o cantado en celebraciones comunitarias de duelo por la ciudad.
Género literario. La elegía permite gran libertad de desarrollo, puede hablar un cantor y responder el coro de los que asisten.
Puede tomar la palabra el personaje protagonista, Jerusalén, hablando de sus sentimientos y experiencias.
A través del cantor o de Jerusalén, podemos escuchar también voces enemigas o de espectadores externos.
Cabe la descripción de rasgos sueltos, la transposición imaginativa, los lamentos, las súplicas, las preguntas desconcertadas, la exhortación, todo ello suministra riqueza y variedad de materiales.
Mensaje de las Lamentaciones
Es tiempo de duelo para Israel por la ciudad amada, Jerusalén, por el Templo, bello como novia y como esposa (Ezequiel 24, 21).
Es también tiempo de quejas por el dolor de los inocentes Lamentaciones 2, 12.
¿Queja de quién? ¿Del enemigo que se excede o de Dios que lo dispone o permite? (Lamentaciones 3, 37) .
El poeta de la tercera elegía, reprime la queja para ahondar en la reflexión (Lamentaciones 3, 40).
El abismo del dolor llama al abismo del pecado con voz de elegía, y el abismo del pecado confesado llama al abismo de la misericordia (Lamentaciones 3, 21-22).
En estos cantos de dolor alienta la esperanza, brilla un rescoldo viejo que el poeta invoca mesurado (Lamentaciones 5, 21).
Las Lamentaciones, por la grandeza del dolor (Lamentaciones 2 ,13) y por la intensidad de su expresión, nos conducen hasta ese límite de nuestra experiencia humana.
En que nos sentimos pequeños frente a la grandeza del sufrimiento, lo inmenso de la crueldad humana y la amenaza del odio en nosotros.
Desde lo hondo del llanto levantamos los ojos y el corazón (Lamentaciones 3, 41) buscando algo más grande que el dolor y el odio, Lamentaciones 3, 23. 32; 5, 19.
Capítulo 1 ,
Versos del 1 al 22
Primera lamentación. En esta primera lamentación todo gira en torno al sentimiento de dolor que ha provocado la caída de Jerusalén.
Primero es el poeta quien habla en tercera persona (vs 1-11), luego Jerusalén, bajo la forma de una viuda solitaria y despojada,.
Jerusalén, entona su canto de dolor en primera persona (vs 12-22), imagen frecuente en el Antiguo Testamento para hablar de la relación de Dios con su pueblo (Oseas 2, 4. 7).
El autor da a su poema un tono de uniforme y monótono lamento, como quien tiene grabado en su mente no sólo el horror que está contemplado sino también la causa que lo ha provocado.
Los pecados de la ciudad han desencadenado el castigo de Dios, a manos de los enemigos de su pueblo.
Ha llegado “el día del Señor”, el anunciado “día del incendio de su ira” contra los pecados del pueblo.
Pero también de exterminio contra las naciones, expresión que cristalizará posteriormente en el día del juicio final (Joel 3, 4; Amos 5, 18).