Versos del 1 al 3
Aunque algo pudieron contribuir a esta desbandada espectacular las noticias de la muerte de Holofernes y el ataque de los de Betulia.
Sin embargo, el factor principal debe buscarse, según la mente del autor del libro, en el hecho de que “arrojó YEHOVAH DIOS en medio de ellos la turbación ante Israel” (Josué 10, 10; Genesis 35, 5; Jueces 7, 21; 2 Samuel 5, 24; 2 Reyes 7, 6; 2 Crónicas 13, 15; 14, 12).
Versos del 4 al 7
El tímido Ozías se muestra enérgico y dinámico, al ver que sus enemigos huían precipitadamente.
Aprovechando la coyuntura de que el ejército invasor levantó el sitio, envió mensajeros a todo Israel para que se lanzaran todos contra sus enemigos.
El escenario cambia de decoración rápidamente, un pueblo hambriento y muerto de sed, desmoralizado, apático, más amante de su vida que de los valores sobrenaturales y patrióticos, se reanima de improviso y se encara con un numerosísimo ejército.
Como en Génesis 14, 15, los habitantes de Betulia y de las ciudades mencionadas persiguen al ejército enemigo hasta Coba, al norte de Damasco.
Esta acción fue posible solamente en virtud de las promesas, “Mi terror te precederá y todos tus enemigos volverán ante ti la espalda” (Éxodo 23, 27).
Versos del 8 al 10
Mientras duraba el saqueo del campamento asirio, el sumo sacerdote Joaquín, con el senado “consejo de ancianos” de los hijos de Israel, vinieron para ver a Judit e intercambiar con ella palabras de paz.
La proeza de Judit reviste interés nacional y por lo mismo, es justo que la suprema autoridad religiosa y política vaya a darle la enhorabuena.
Pero el sumo sacerdote y el consejo de ancianos, reconocen que la victoria se debe a la intervención eficaz de YEHOVAH DIOS, que ha utilizado los servicios de una viuda a título de instrumento.
Versos del 11 al 14
Con el fin de poner de relieve la magnitud de la victoria alcanzada, habla el texto de un saqueo del campo asirio por espacio de treinta días.
A Judit se le reserva la tienda de Holofernes, toda la argentería, platería el trabajo artesanal de la plata con fines ornamentales (Judit 12,1), los lechos, la vajilla y todo el mobiliario.
Ella cargó todo sobre una mula y sobre unos carros, que debían tomar el camino que les conduciría a Jerusalén.
A medida que el cortejo iba avanzando hacia Jerusalén, le salían al encuentro las mujeres de Israel, que organizaban danzas en su honor (Éxodo 15, 20; Jueces 11, 34; 21, 21-23; 1 Samuel 18,6; Jeremías 31,4-13).
Judit, por su parte, proveía de palmas (tirsos) “vara adornada con hojas de hiedra y parra” a las mujeres que la acompañaban. Se empleaban los tirsos en el culto del ídolo Dionisios.
Todas las mujeres de la comitiva ostentaban sobre sus cabezas coronas de laurel o de olivo, según la costumbre griega.
Judit iba delante dirigiendo la danza de las mujeres, mientras los hombres caminaban armados, ceñidas las sienes con coronas y cantando himnos.
La procesión se organiza e inicia en Betulia o en un lugar cercano donde estaba el campamento de los asirios.
Allí empezó Judit su canto, que terminó al llegar la comitiva a Jerusalén.
También los hombres armados cantaban himnos durante la procesión, todo este contexto supone que Betulia se encontraba cerca de Jerusalén.