Versos del 1 al 4
Nueva exhortación al arrepentimiento. El profeta manifiesta la voluntad divina de volver a acoger a su pueblo, sólo a condición de que su comportamiento esté más de acuerdo con el querer de YEHOVAH Dios.
Los israelitas ponen en Abrahám el origen de la circuncisión como signo externo de la Alianza con el Señor (Génesis 17, 9-14).
En la época de Jeremías, este signo mantenía su fuerza, pero no superaba el aspecto externo, de ahí que el profeta llame la atención sobre la necesidad de mostrar una disposición interior que respalde la adhesión a YEHOVAH.
De nada vale estar circuncidado si en la vida ordinaria se desprecian los mandatos de YEHOVAH Dios.
Versos del 5 al 18
Mírenle subir. No está claro cuál es el enemigo que viene del norte. En todo caso, el profeta previene a los habitantes de Judá para que se pongan a salvo.
Estas palabras cobrarían vida o serían confirmadas hacia el 605 a.C., cuando los ejércitos de Babilonia comienzan a invadir territorio judío.
Los movimientos en la política externa que afectan positiva o negativamente a Israel son vistos por los profetas como acciones del mismo Dios, bien sea como bendición o como castigo para el pueblo.
Se insiste en la conversión como camino para alcanzar la salvación de todo el mal que se avecina.
Versos del 19 al 26
El alarido de guerra. Panorama de muerte y desolación que describe el profeta, no se atribuye propiamente a un invasor extranjero, el cual debía ser el rey de Babilonia, sino al mismo YEHOVAH que ha decido castigar a su pueblo.
El incendio de su ira arrasa todo a su paso, pues Israel es un insensato, diestro para el mal e ignorante para el bien (vs 22).
Versos del 27 al 31
El grito de Sión. Una vez más se manifiesta la intención de Dios de no acabar con todos, pese a que tiene sobradas razones para hacerlo (vs 27).
Pero se constata que las alianzas de los pueblos débiles y pequeños con los grandes nunca son garantía de supervivencia.
Todo lo contrario, son una continua amenaza, en el momento definitivo, los primeros en quedarse solos y caer son los más pequeños.
Ante esta situación no queda otro recurso que clamar y gemir (vs 31), y este grito de desesperanza sólo es atendido por YEHOVAH Dios (Éxodo 3, 7).