Versos del 1 al 32
Discurso de Pablo. Se trata del último discurso del libro de los Hechos, en el que Pablo narra por tercera vez su conversión y vocación.
El punto de arranque es su vida pasada como miembro del pueblo judío y del rígido partido fariseo.
Va a mostrar que su vida presente es la consecuencia última de su identidad, por la promesa que YEHOVAH hizo “a nuestros padres” (vs 6) y que han mantenido viva las doce tribus de Israel.
De esta esperanza le acusan a él, el radical deseo humano de vivir es esperanza de resurrección.
Es lo que YEHOVAH Dios tenía prometido y lo ha cumplido ahora resucitando al Mesías, Yeshúa.
Son sus acusadores los que, habiendo aceptado la promesa, no aceptan ahora su cumplimiento en la resurrección de Yeshúa.
El Apóstol sigue su testimonio sobre el cambio radical sufrido en el camino de Damasco.
Es la tercera vez que habla del acontecimiento, pero en esta ocasión difiere llamativamente de las anteriores. No menciona la ceguera ni la sanación, ni la intervención de Ananías, ni la fuga de Damasco.
La conversión se transforma en vocación por el Ruaj Hakodesh guiando su vida, al estilo de las vocaciones proféticas (Isaías 2, 7; 61, 1).
Su testimonio, sin embargo, siempre es el mismo: Yeshúa, el primer resucitado de entre los muertos, es ahora luz universal sin distinción para judíos y paganos.
Para el gobernador romano, encerrado en su mentalidad, el testimonio de Pablo no es delito, sino demencia.
Ante el escepticismo del romano, Pablo apela a los conocimientos del judío Agripa. El rey se evade con una salida cortés.
Pablo se dirige ahora a todos los presentes. El veredicto final no se pronuncia en el tribunal, sino en privado.
Pablo se embarca, Agripa no entiende que en el designio de YEHOVAH el viaje a Roma se paga con la prisión.