Versos del 1 al 6
“También ustedes tienen un Dueño y Señor en el cielo” (vs 1). Éste es el verdadero mensaje del Apóstol que irá poco a poco destruyendo toda desigualdad y sometimiento, tanto doméstico como social, más allá de lo que él imaginaba o nosotros mismos podemos imaginar.
Luego viene un Epílogo y recopilación. Pablo, en su última exhortación práctica, señala dos temas que han venido apareciendo a lo largo de la carta y que considera los más importantes.
Primero, “la perseverancia y la vigilancia”, actitudes fundamentales del cristiano que sólo se consiguen con la oración constante (Romanos 13, 12; 1 Tesalonicenses 5, 6; 1 Corintios 16, 13; Mateo 24, 42; Marcos 13, 33-37; Lucas 21, 36).
Y segundo, la predicación y el anuncio del “misterio de Cristo” (vs 3) que debe ser el compromiso misionero de todos los creyentes.
El Apóstol, encarcelado ahora a causa precisamente de este anuncio, pide oraciones para que logre explicarlo como es debido (vs 3).
En cuanto a los colosenses, les anima a no desaprovechar ninguna ocasión para transmitir el mensaje, pero con sensatez y “con buen gusto”, para que se adapte, penetre y haga vibrar “a cada uno como conviene” (vs 6).
He aquí la bella lección de inculturación del Evangelio con que cierra el Apóstol su carta. Un anuncio abstracto y aburrido que no conmueve a nadie.
Versos del 7 al 18
Saludos finales. La lista de colaboradores y compañeros, hombres y mujeres, es larga y detallada.
Para todos tiene Pablo un recuerdo y una palabra de cariño, de alabanza y de aliento.
Hay algo entrañable que los une a todos y los fundamenta en una amistad indestructible: la misión compartida de anunciar el Misterio del Mashiaj que llevó a cada uno, por diversos caminos, a dar testimonio de Yeshúa, muchos de ellos con su sangre.
Y por último, de nuevo la comunión en una misma Palabra de Yehovah Dios: “Una vez que hayan leído esta carta, hagan que la lean en la comunidad de Laodicea, y ustedes, a su vez lean la carta que ellos recibieron” (vs 16).