Versos del 1 al 4
A continuación, viene a decirnos que si por el bautismo el cristiano ha muerto con el Mashiaj, ha sido para resucitar con Él a una nueva realidad que hay que comenzar a vivirla ya, aquí y ahora, en nuestro diario caminar hacia la meta de su manifestación plena, cuando “ustedes aparecerán con él, llenos de gloria” (vs 4).
El haber ya muerto y resucitado con Cristo debe convertir al creyente en una persona con los pies bien plantados en la sociedad para transformarla con su compromiso y testimonio.
Dicho de otra manera: es la tarea de hacer “presente” en este mundo el “futuro de la nueva humanidad” a la que Yehovah Dios nos ha destinado en Yeshúa.
Esto es posible porque el Mashiaj, muerto y resucitado, ha roto ya las limitaciones del espacio y del tiempo, y es el mismo que nos espera glorioso, “allá arriba”, “sentado a la derecha de Dios” (vs 1).
De igual manera que es el mismo que nos acompaña “aquí abajo”, oculto y siendo “vida de nuestra vida”, mientras caminamos a su encuentro en nuestra terrena peregrinación: “su vida está escondida con Cristo en Dios” (vs 3).
Por eso, Pablo invita a los colosenses a que “busquen los bienes del cielo” (vs 1)… “piensen en las cosas del cielo” (vs 2), pero no para escaparse de las tareas de “aquí abajo”, sino para que lo que aspiran y buscan se vaya haciendo realidad en un comportamiento verdaderamente cristiano.
Versos del 5 al 17
La praxis cristiana. Un comportamiento verdaderamente cristiano es el resultado de una transformación radical (Efesios 4, 24) que afecta al creyente en su dimensión individual y social.
Equivale a despojarse de lo caduco y revestirse de una nueva manera de ser y de estar en el mundo.
Este constante despojarse exige seriedad y compromiso, actitud a la que Pablo alude con la expresión “hagan morir en ustedes todo lo terrenal” (vs 5), como si fueran esas partes corrompidas de nosotros mismos de las que hay que desprenderse, y que son, en primer lugar, la lujuria y la avaricia.
La idolatría del sexo y la idolatría del dinero, “los dioses” principales de la sociedad corrupta de entonces y de la de hoy, van siempre juntas en la lista de vicios que fustiga el Apóstol.
A continuación, arremete contra los pecados que destruyen la armonía de las relaciones mutuas: “el enojo, la pasión, la maldad… la mentira” (vs 8-9).
Todo eso pertenece a la vieja condición, al hombre viejo (Romanos 6, 6).
Por el contrario, revestirse de la nueva condición, que es lo mismo que revestirse de Cristo (Romanos 13, 12. 14; Gálatas 3, 27), significa, en primer lugar, entrar en el dinamismo de una nueva creación en la que hombres y mujeres se van renovando “a imagen de su Creador” (vs 10).
Pablo se hace eco aquí de la tradición bíblica que veía en los nuevos tiempos, los tiempos escatológicos un retorno a la paz y armonía del paraíso (Isaías 11, 6-9).
Y si ser “imagen de Yehovah Dios” es lo que confiere la verdadera dignidad a todos y cada uno de los seres humanos, consecuentemente todas las barreras que dividen y discriminan deben desaparecer: ya “no tiene importancia ser griego o judío, circunciso o incircunciso, bárbaro o escita, esclavo o libre, sino que Cristo lo es todo para todos” (vs 11).
Esta “verdadera revolución del mensaje evangélico” no es para el Apóstol un sueño utópico, sino que ya se está llevando a cabo gracias a una fuerza infinitamente más poderosa que todo el poder desencadenado por todas las revoluciones políticas, sociales o ideológicas que han agitado nuestro mundo dejándolo, la mayoría de las veces, peor de lo que estaba.
Esta fuerza es el amor: “por encima de todo el amor, que es el broche de la perfección” (vs 14), que penetra en el corazón del creyente por medio de la “Palabra de Cristo… con toda su riqueza” (vs 16).
A la que se refiere Juan en su evangelio con expresiones como: “en ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres… luz verdadera que ilumina a todo hombre” (Juan 1, 4. 9).
Es la vida que ve Pablo en “la compasión entrañable…la mansedumbre… la paciencia” (vs 12-13) y en toda esa serie de comportamientos cristianos que recomienda a los colosenses y que dan como resultado una comunidad unida en la acción de gracias de la oración litúrgica, en la responsabilidad, el perdón y la ayuda mutua.
Versos del 18 al 25
Deberes familiares y sociales. Estas recomendaciones familiares aparecen en muchos escritos epistolares del Nuevo Testamento (Efesios 5, 22–6, 9; 1 Pedro 2, 13–3, 12; 1 Timoteo 2, 8-15; 5, 3-8; Tito 2, 1-10).
Entendiendo que el cristianismo tiene como primer lugar Amar a Yehovah sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, y el círculo más cercano tiene que ver con estabilizar la armonía de las relaciones entre esposas y maridos, hijos y padres, amos y esclavos, quienes componían la “casa doméstica” o clan familiar de entonces.
Son evidentemente relaciones marcadas por el “sometimiento” de las mujeres a los maridos, de los esclavos a los amos, entre otros, de acuerdo a la cadena de mando establecida por Yehovah Dios, porque así es “como le agrada a Yehovah” (vs 20), “como sirviendo a Yehovah” (vs 23), “es a Cristo a quien sirven” (vs 24).