Versos del 1 al 10
El gran milenio. Se menciona con frecuencia (2. 3. 4. 5) la expresión de “mil años”, una cifra que ha creado a lo largo de los siglos muchas e innecesarias elucubraciones y que ha dado lugar al célebre milenarismo, condenado repetidas veces por la Iglesia.
Se ha pensado en un periodo de bienestar rebosante en la humanidad. Incluso en la unión plena entre Iglesia y estado… “Mil años”, es “el tiempo de Yehovah Dios” (2 Pedro 3,8).
Indica nuestra época presente inaugurada por la muerte y resurrección de Yeshúa Ha Mashiaj, marcada definitivamente por Su Victoria sobre el diablo.
Una victoria sobre las fuerzas del mal aún presentes que se va realizando día a día hasta la segunda venida de Yeshúa Ha Mashiaj que marcará el final de los tiempos.
Conforme a la visión de Daniel 7, aparecen unos tronos y sobre ellos unos personajes sentados.
Son los mártires que no han sucumbido ante las acometidas del dragón y de sus engendros bestiales. Se presentan como jueces y reyes.
Ser vencedor con Yeshúa Ha Mashiaj significa poder participar de su realeza, sacerdocio y juicio (1, 9; 2, 26-27; 3 ,21; 12, 11).
Llega el ataque final, personificado en Gog y Magog (Ezequiel 38), todas las potencias hostiles al pueblo de YEHOVAH Dios.
La invasión se extiende sobre la “anchura de la tierra” (Habacuq 1,6), mostrando la magnitud del combate, se describe el último asalto contra la Ekklesia.
Por fin, es destruido el diablo, el gran instigador y padre de la mentira, el origen de todo mal en la vida humana, quien ha deshumanizado a la humanidad y perseguido a la Ekklesia. Es arrojado por la fuerza suprema de Yehovah Dios al foso de fuego y azufre.
El Apocalipsis añade que también allí se encuentran sus engendros: la primera fiera y la segunda fiera, o falso profeta. Los tres, la “tríada diabólica”, la antítesis de la Trinidad Santa, serán torturados en una duración sin límite “día y noche”, “por los siglos de los siglos”.
Con la mención de su extremo tormento, se ha acabado por fin el gran tormento de la humanidad y se prepara el nacimiento de un Nuevo Mundo.
Versos del 11 al 15
El juicio. Sorprende la sobriedad en la descripción del último juicio, en contraste con las prolijas e incluso aterradoras visiones de los libros apocalípticos judíos y sus ecos en algunos pasajes del Nuevo Testamento, 1 Corintios 15, 22 “Todos mueren por Adán, todos recobrarán la vida por Yeshúa”.
Secuencia descrita en Daniel 7, aparece un gran trono blanco, es Yehovah Dios quien lo ocupa, pues sólo ÉL está “sentado en el trono” (4, 2.9; 5, 1.7). Yehovah Dios es juez.
No se menciona a Yeshúa Ha Mashiaj, que ya intervino como juez en la cosecha y vendimia de la tierra (14, 14-20).
Todos están de pie delante del trono para ser juzgados, es un juicio universal.
Existía una antigua tradición judía sobre los libros. Había un libro de “cuentas” donde se registraban las acciones de los hombres (Daniel 7, 10). También se menciona el libro de la vida (Éxodo 32, 32 Salmo 70, 29; Filipenses 4, 3).
Ambos aparecen como el anverso y reverso del fruto final consecuencia de la semilla sembrada. Cada uno es juzgado conforme a la letra o sentencia que ha ido escribiendo en el libro con las obras de su vida.
Finalmente, la muerte como personificación del mal o negación de la vida, trágico destino de la historia, es aniquilada.
También el infierno, el lugar de la muerte. Desaparece ya todo ámbito del mal y la infeliz fatalidad de los hombres.
La narración del juicio acaba con la mención del libro de la vida. En el Apocalipsis sólo hay un libro: “El libro de la vida del Cordero degollado” (3, 5; 21, 27).
La Ekklesia sabe que el Cordero ha sido sacrificado para reunir un pueblo inmenso de toda tribu y nación (5, 9). Su sangre nos purifica y nos salva.
El amor y la misericordia de Yehovah Dios triunfan definitivamente sobre todos quienes se arrepintieron y vivieron una vida justa de acuerdo a la Voluntad de Yehovah Dios.
Desaparecidos ya todo origen y huella de mal (el gran dragón, la primera y segunda fiera, la gran prostituta, la gran Babilonia, la muerte y el infierno) también desaparece el mar, símbolo de la hostilidad, ya nada impide la irrupción de la renovación ansiada.