Es considerado como una de las mejores composiciones de la poesía hebraica, comparable a los famosos cánticos de Moisés (Éxodo 15, 1-31) y de Débora (Jueces 5).
Puede dividirse en tres partes:
En la primera habla la heroína, empleando la primera persona del singular.
En la segunda, el sujeto de la oración se halla en primera persona del plural, lo que se ha interpretado como si fuera un estribillo puesto en boca del pueblo.
En la última parte vuelve a emplearse el singular, siendo Judit la que habla.
Este mismo cambio de sujeto se observa en el cántico de Débora (Jueces 5, 2-31).
Versos del 1 al 4
Como en otras situaciones bíblicas análogas (Éxodo 15, 1; Números 21, 17; Jueces 5, 1), Judit entonó un cántico de acción de gracias por la victoria conseguida, al cual todo Israel a una debía responder, conforme al rito antifónico de la antigüedad.
Versos del 5 al 6
Contra el campamento de YEHOVAH DIOS dirigió Nabucodonosor “las miríadas de su ejército”.
Vino del Norte, siguiendo la clásica ruta de las invasiones de Palestina, junto a la costa mediterránea, a través de los desfiladeros de las montañas.
Al héroe de tantas batallas ganadas en ruta hacia Palestina no se le concedió el honor de morir herido por la espada de los “nefilin”, “gibborim”, es “raza de gigantes”, de los fuertes, como en otro tiempo murió Goliat (1 Samuel 17, 52).
Ni fueron los hijos de los titanes los que le hirieron, ni soberbios gigantes los que le abatieron, sino Judit, la hija de Merarí, que prendió al campeón del ejército en las redes de sus encantos femeninos.
Versos del 7 al 9
A partir del verso 7 habla Judit en tercera persona. Se describe con orgullo y jactancia la belleza que ofuscó la mente de Holofernes.
Judit era viuda, vivía alejada de la sociedad, vestía las ropas de la viudez, escondiendo bajo ellas el vestido de penitencia que mortificaba su carne (Judit 8,5).
Cuando sonó la hora de salvar a su pueblo, se cubre con sus mejores galas, unge su rostro, recoge sus cabellos bajo el turbante (Isaías 3, 2), se adorna con toda suerte de collares y brazaletes y calza las sandalias que debían arrebatar los ojos del impúdico asirio (Cantares 7, 2).
Todos estos soberbios atavíos no tenían más finalidad que servir de armas para acabar con la vida de Holofernes.
No podía concebirse mayor humillación que perecer en manos de una mujer viuda.
Versos del 102 al 13
La fama de la proeza de Judit pasó las fronteras, todos los imperios, al tener noticia de ella, se estremecieron.
Si una mujer pudo contra el mayor ejército de entonces, ¿Qué sucedería si Israel emprende la ofensiva? YEHOVAH DIOS persigue al enemigo, que huye desordenadamente.
Pero ni aun en la huida les fue concedido una muerte honrosa, por cuanto los atravesaron con sus lanzas hijos de sirvientas o de mujerzuelas, hiriéndoles de muerte los hijos de los desertores.
Con esto se quiere responder a las injurias proferidas por Holofernes contra Israel (Judit 5, 23; 6, 5).
Verso del 14 al 16
De las cosas terrenas, de casos concretos en que se manifiesta la grandeza y el poder de YEHOVAH DIOS pasa el salmista a fijar su atención en el Todopoderoso, al que entona un cántico nuevo para celebrar su grandeza, su gloria, poderío y trascendencia.
“Habló YEHOVAH DIOS y los seres fueron hechos (Salmo 33, 9; 104, 30; 148, 5), envió su soplo, y fue construido, no habiendo nadie que pueda oponerse a su mandato”.
Porque YEHOVAH DIOS es el creador del universo, ejerce sobre él un dominio absoluto, todos los seres le obedecen y sirven (Salmo 25, 14; 97, 5; 103, 13).
A la presencia de YEHOVAH DIOS se derrite el granito de los montes, la tierra tiembla sobre sus columnas, hundidas en las aguas del abismo (Salmo 24, 2), destilan los cielos y las nubes se deshacen en agua (Jueces 5, 4-5).
Verso 17
Termina el canto con una seria amonestación a los enemigos de su pueblo. Perecerán las naciones que se atreven a levantar sus manos contra Israel.
El fuego y los gusanos en la carne de los enemigos de Israel, son el símbolo de la muerte espeluznante que espera a todos sus enemigos.
Antíoco Epifanes vio cómo manaban gusanos de sus carnes, que caían a pedazos, apestando a todos en derredor (2 Macabeos 9, 9).
Los profetas (Joel 4, 1-4; Isaías 66, 24) recuerdan que el castigo del impío en el día del juicio será el fuego y el gusano.
Judit pide para el enemigo de su pueblo un juicio severo y la condenación eterna.
Esta será también la suerte del pecador, que “será arrojado a la gehenna, donde ni el gusano muere ni el fuego se apaga” (Marcos 9, 48), en donde será el llanto y crujir de dientes por toda una eternidad.
Versos del 18 al 20
La procesión, que se había iniciado en el campamento asirio, llegó a Jerusalén.
Era el templo de Jerusalén la meta hacia la que apuntaba directamente Holofernes con el fin de entronizar en él a Nabucodonosor.
Al llegar la comitiva al Templo se postraron todos ante YEHOVAH DIOS.
Por haber contraído impurezas legales al contacto con los cadáveres enemigos (Números 19, 11; 31,19), se purificaron antes de ofrecer a YEHOVAH DIOS sacrificios.
Los que en épocas de apuro hicieron sus votos y promesas al Altísimo, las cumplieron, dice el texto de la Vulgata.
Un sacrificio especial ofreció Judit al entregar al anatema todo el Ajiur de Holofernes y el dosel de su tienda (Judit 15, 11).
La fiesta se prolongó tres meses, se realizó de esta forma, para expresar que a una gran victoria y a un saqueo de un mes (Judit 15, 11) correspondía un largo período de regocijo (Ester 1, 4; 2 Macabeos 6, 30-40; 7, 18).
Versos del 21 al 25
Regresó Judit a su casa de Betulia, donde continuó el mismo género de vida que llevaba antes de realizar su hazaña (Judit8, 4-8).
El tiempo corría también para Judit, que alcanzó la edad de ciento cinco años.
YEHOVAH DIOS premia a sus fieles servidores con una vida larga y pacífica (Genesis 23, 1; 25, 7; 35, 28; 50, 26).
Una mujer de vida ejemplar, consagrada enteramente al servicio de YEHOVAH DIOS y de su pueblo, debía gozar de una larga vida.
Como los patriarcas (Genesis 23, 19; 49, 29.32), fue sepultada en una caverna excavada en la roca, descansando junto a los restos de su marido, Manasés.
Versos del 29 al 30
Según la costumbre (Genesis 50, 10; 1 Samuel 31, 13), el duelo duró siete días.
Antes de morir quiso cumplir con el espíritu de la Ley, que mandaba conservar el patrimonio dentro de la tribu o familia (Levítico 25, 10; Números 27, 5-11).
Después de su muerte gozó Israel de paz por mucho tiempo, no osando sus enemigos levantar su mano por estar vivo en ellos el recuerdo del triunfo.
Como los jueces de Israel, también ella supo inculcar a su pueblo el cumplimiento de los deberes religiosos que impone el pacto de la alianza, por ser un valladar contra las incursiones del enemigo.
En sus manos tiene YEHOVAH DIOS las riendas de la historia, los imperios son instrumentos que maneja a su libre albedrío, utilizándolos a veces para castigar a su pueblo infiel y otras para su exaltación.