LECTURAS
DEL SHABBAT
EVANGELIO
Juan 18, 33b-37
1RA LECTURA
Daniel 7, 13-14
2DA LECTURA
Apocalipsis 1, 5-8
SALMO
93, 1-2.5
Reflexión de la Palabra Semanal
Un rey bajo la concepción bíblica es alguien a quien se le ha encomendado gobernar para ejecutar las funciones de cuidar de los ataques de enemigos externos y cultivar la fe y la moral bíblica, administrando con sabiduría todo lo que está bajo su cobertura.
El rey debe tomar en consideración que debe continuamente entregar cuentas a quien o a quienes le eligieron para esta asignación mostrando apego incondicional a dar cumplimiento fiel a su llamado.
Tanto la historia de la actuación de los gobernantes de Israel cuidadosamente documentada en los libros de Reyes y Crónicas, además de la historia universal, confirman que cuando los mandatarios abandonan el cumplimiento de la función encomendada para dedicarse a sus intereses particulares, se levantan crisis, ataques y rebeliones múltiples, tanto en el ámbito interno o nacional como conflictos internacionales que ameritan atención inmediata.
Ahora bien, esto mismo acontece en organizaciones públicas y privadas de todas las índoles, incluso a nivel familiar y relacional, también impacta a nivel orgánico personal.
El problema radica en que hay rebelión en la misma cabeza al desentenderse de su rol, recibió esa asignación para cuidar y cultivar el cuerpo y las extremidades que le fueron asignadas, pero decide abusar de su posición para lograr sus deseos egoístas.
Por ello, paga el precio de la autolisis o destrucción del orden interno debilitándose en la línea de defensas contra los ataques externos.
El contraste entre las vidas gubernamentales y familiares del Rey Saúl y del Rey David, son un claro ejemplo de que las leyes espirituales se cumplen con o sin conocimiento de ellas.
El Rey David, fue un adorador de Yehováh que aguardo con paciencia desde los dieciséis (16) años en que fue ungido como Rey hasta aproximadamente los cuarenta (40) años cuando inicia su gobierno sobre todas las tribus de Israel bajo la sujeción voluntaria de todos los principados de las doce (12) tribus, durante su gobierno sus enemigos no pudieron hacerle frente quedando en condición de vasallos de Israel.
David concretó la conquista de todo el territorio de Israel emprendida por Josué, expulsando a todos los extranjeros que ocupaban el territorio asignado por Yehováh, incluida la expulsión de los filisteos.
A pesar, de que en su vida familiar trajo condenación y muerte, porque quien comete adulterio contra su propio cuerpo y extremidades peca infringiendo autodestrucción.
Sin embargo, tal como se lo prometió Yehováh siempre hubo un descendiente suyo en el trono de David sucediéndole desde Jerusalén, incluso Zorobabel en el periodo del post exilio babilónico.
Yeshúa es Rey de reyes al cumplir a la perfección con la asignación que recibió del Padre eterno.
Tuvo éxito rotundo sin error alguno durante el ejercicio de su misterio, dando cumplimiento a todas las profecías mesiánicas anunciadas desde tiempos antiguos y su reinado confirmado por Yehováh le ha sido conferido sobre todo lo creado en el cielo, en la tierra y debajo de la tierra.
Ciertamente, Yeshúa es Rey del universo como lo celebra la iglesia universal hoy.
Lo que no te dicen es por qué y aquí te lo decimos, porque como lo relata Hebreos 5, 7-8 “fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz”, porque no se reservó nada que pudiese entregar al Padre de la Gloria en atención a la tarea asignada, ser la primicia de un Reino de reyes y de Sacerdotes Santos, por ello, Su Reinado Es Eterno.
Hoy en la Primera Lectura, el profeta Daniel muestra que tuvo la revelación del reinado eterno de Yeshúa Ha Mashíaj, lo describe como un hijo de hombre, es decir, como un hijo de Adán o de hombre, como al mismo Yeshúa le gustaba expresarse de sí mismo, sobre todo al anunciar los eventos que se suscitarán en la parusía.
El Mismo Yeshúa resucitado revela en Mateo 28, 18 que toda “autoridad y poder se le han concedido en el cielo y en la tierra”.
El salmista deja de manifiesto que la característica del gobierno del Mesías es que supera todo espacio y tiempo, su gobierno es de justicia apegado a Yehováh en todo tiempo y que solo los santos, los cortados y apartados para el uso exclusivo de Yehováh tienen entrada en el Reino del amado Yeshúa.
En el Evangelio, Yeshúa afirma categóricamente, Soy Rey y para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz (Juan 18, 37-38).
Nuestro amado esposo de la Ekklesía es la palabra hecha carne y quien le busca en el logos y en el rhema, participa de la verdad de la Eternidad en Bendición que aguarda a los santos.
Nos damos cuenta que como rey persevera en cumplir su asignación, nunca procuró su propia Gloria, por ello, es Yehováh quien le concede el más alto nivel de honor.
En la Segunda Lectura, se le menciona con el título del testigo fiel, ya que su obediencia al Plan de Salvación de Yehováh obtuvo un rotundo triunfo sobre el pecado y la muerte.
Convirtiéndose en la primicia que se muestra con cuerpo glorificado, el destino propio de los Santos coherederos que resisten con Fe, Esperanza y Amor, todas las pruebas temporales con la mente puesta en las cosas eternas, que aguardan a quienes perseveren amando a Yehováh guardando sus mandamientos.
Es el mismo testimonio de Amor de Yeshúa Ha Mashíaj quien por medio de su doctrina nos comunicó el espíritu de la Ley.
Solo perseverando por causa de su Unción en nosotros nos esforzamos por retener la gracia bendita, la salvación que nos ha dado al tomar nuestro lugar en la Cruz del calvario.
Todo esto será ampliado en la hermenéutica del Shabbat que el Padre glorioso a dispuesto para la pequeña manada en su Gran Misericordia, a continuación