Del 44, 1 al 50, 24 La historia. El himno de alabanza al Creador y el que sigue, acción de gracias y admiración por las maravillas creadas.
Sirven de introducción para este largo encomio o exaltación de las figuras claves de la historia de Israel.
La intencionalidad es demostrar cómo el poder y la grandeza de Dios derramadas en la creación, tienen finalmente un punto de concreción.
Israel y su largo camino histórico que comienza con Henoc y termina con Simón (o Simeón), Sumo sacerdote a quien Ben Sirá admira y venera profundamente.
Versos del 1 al 23
Introducción. Lista genérica de los grandes hombres que le dieron brillo y lustro a Israel. Ellos son los que fueron no por sus propios méritos, sino porque “gran gloria les repartió el Altísimo haciéndolos grandes” (vs 3).
Esta primera mención general sólo se refiere a los dones o carisma con que YEHOVAH DIOS adornó a aquellos antepasados, por lo cual, sus nombres perduran por siempre, en contraposición a quienes no dejaron recuerdo, sus nombres se acabaron al acabarse su vida (vs 9).
Aquí hay que tener en cuenta la suerte que corrían muchos personajes, fueron figuras públicas ampliamente reconocidas en su momento.
Pero que a juicio de los historiadores caminaron en contra del querer de YEHOVAH DIOS, sus nombres eran borrados definitivamente como una especie de olvido simbólico o destino de los malvados.
Así, por ejemplo, el olvido deliberado como rechazo y castigo a todos los reyes del reino del Norte y de aquellos de Judá que “hicieron el mal a los ojos del Señor”.
Primeros antepasados. El encomio o elogio de los héroes de Israel comienza con Henoc (vs 16) de quien se cuenta que fue arrebatado al cielo (Génesis 5, 24), es puesto como ejemplo de religión para todos los tiempos pues trataba con Dios cara a cara.
Noé (vs 17) es visto como el origen más primitivo del pequeño “resto de Israel”, ya que con él y su familia se dio inicio al nacimiento del pueblo, después de la gran destrucción (Génesis 9, 8-17).
De Abrahán (vs 19-21) se resaltan varias cosas: cumplió la Ley del Señor, obviamente en tiempos en que no existía la Torá; ¡pero es que para el rabinismo judío, antes de la creación del mundo, Dios mismo se complacía leyendo la Torá!.
Dios sella con él un Pacto y lo bendice, lo hace padre de muchos pueblos y, además, le promete un territorio.
Isaac (vs 22), heredero de su padre, de él recibe la bendición, la promesa de la descendencia numerosa lo mismo que la alianza y la promesa de un territorio.
En Israel, Jacob (vs 23b) se perpetúa la alianza y se confirma la bendición y la promesa de la descendencia numerosa y del territorio, el cual quedó repartido entre las doce tribus.