Versos del 1 al 22
Muerte de Judas. Continúa el relato del capítulo 7, Judas no se conforma con la autonomía religiosa sino que continúa luchando por una autonomía política.
Demetrio, rey sirio, queriendo vengar la muerte de Nicanor, pero también preocupado por los acuerdos de los judíos con Roma, envía un gran ejército para aniquilar la resistencia judía, cuyo ejército se encuentra desintegrado, desanimado y temeroso.
Llama la atención que Judas, a pesar de la inferioridad numérica, no invoca a Dios como en otras ocasiones (1 Macabeos 4, 10. 30 – 33; 7, 41), sino que decide enfrentar la batalla con la convicción de ofrecer la vida por la causa liberadora del pueblo judío (Vs 10).
Es como si presintiera la derrota y la muerte (vs 8-10). Judas, tras una férrea resistencia muere en su ley. Llama la atención que el autor no acuse a Roma de violar el pacto al no acudir en defensa de su aliado.
Ésta es la primera prueba que el pacto con el imperio romano, antes que beneficios sólo significó ruina y muerte para los judíos.
La elegía por la muerte de Judas recuerda la reacción de David ante la muerte de Saúl y Jonatán (2 Samuel 1,19-27) y refleja el amor que le profesaba su pueblo.
El título de salvador, es el mismo que se daba a los jueces de Israel, Judas hizo muchas hazañas que no se recogen en este libro (Juan 20, 30; 21, 25).
Versos del 23 al 73
Jonatán y Báquides. Comienza el ciclo de Jonatán desde el capítulo 9, 23 al capítulo 12,53 de este libro.
El vacío dejado por Judas es aprovechado por el grupo de los “renegados” para aumentar su poder e influencia, para eso cuentan con el apoyo de los gobernantes sirios.
La situación se vuelve insoportable para los judeomacabeos, que deciden acudir a Jonatán, hermano menor de Judas Macabeo, para pedirle que se ponga al frente del ejército judío.
Un mal cálculo militar de Jonatán causa la muerte de Juan, su hermano mayor (1 Macabeos 2,2) a manos de una tribu árabe, la familia de Jambrí, por robarle todo su equipaje.
La reacción de Jonatán es ejecutar una venganza que asedia, roba y mata a la familia Jambrí, mientras celebraba una boda, la alegría de la boda se convirtió en luto y lamento (Amos 8,10).
Una acción que hay que comprenderla dentro del contexto de la época, pero que todavía está lejos del espíritu del evangelio.
El relato continúa describiendo las batallas entre Báquides, representante del imperio Sirio, apoyado por los judíos “renegados” (Vs 23) y Jonatán, representante del grupo judeomacabeo.
La actitud de los “renegados” de acusar a sus hermanos ante los sirios y ganarse el favor del imperio, esta vez se vuelve en su contra, dado que Báquides al fracasar en su intento por derrotar a Jonatán, acusa a los “renegados” de su fracaso y humillación, hasta el punto de castigarlos y romper toda relación con ellos.
Situación que aprovecha Jonatán para lograr un pacto de no agresión con Báquides, quien va consolidándose como un gran comandante militar y un hábil negociador, hasta el punto que el autor lo presenta con las características de los Jueces de Israel (Vs 73).
En medio del relato, se cuenta la muerte del sumo sacerdote Alquimes después de haber derrumbado el muro del Templo (verso 54) que separaba los atrios de los judíos y los gentiles (1 Reyes 7, 12; Ezequiel 44, 9).
Recordemos que si un gentil, en el Templo de Jerusalén, pisaba el patio de los judíos era sometido a la pena de muerte, el autor considera la enfermedad y muerte de Alquimes como un castigo por esta acción sacrílega.
Respetando el contexto de la época, tendríamos que decir que la actitud reprobable de Alquimes, al quitar el muro que separaba a judíos y gentiles, será por el contrario, parte de la misión de Jesús y de los cristianos de todos los tiempos.
Por ejemplo, el desgarro del velo del Templo de Jerusalén al momento de la muerte de Yeshúa (Marcos 15, 38), se interpreta también como el derribamiento del muro que separaba a Dios de su pueblo.