Versos del 1 al 17
Muerte de Antíoco. Antíoco Epífanes, al enterarse que los judíos han vencido sus tropas y han purificado el Templo que había profanado, cae en un estado crítico de depresión.
La descripción de su estado psicológico, hace honor al apodo que le tenían algunos de sus súbditos, “epimanes”, que significa “loco”.
Su confesión, aparentemente arrepentido por haber saqueado el Templo (1 Macabeos 1, 54), no obedece a un acto de conversión sino más bien al reconocimiento de su fracaso.
Antíoco encarga a Filipo la administración del reino y la custodia de su hijo en 1 Macabeos 3, 33 la había encomendado a Lisias.
Antíoco muere probablemente en la primavera del año 164 a.C., en Babilonia, ciudad que simboliza tragedia y muerte para Israel (2 Reyes 24; Apocalipsis 16, 19; 17, 5; 18, 2. 8. 10. 21).
Se une a la lista de faraones o emperadores, que desde los tiempos de Egipto, han fracasado en su objetivo de desafiar el amor de Dios por los pobres y oprimidos.
La expresión resultante del soberbio que fracasa es la depresión, por cuanto está comprometido con la imagen irreal de hacer un dios de sí mismo.
Sin lugar a dudas, un espíritu abatido por la angustia sin remisión, tiene efectos orgánicos nocivos que llegan a producir la muerte.
Eclesiastés menciona que toda persona debe consolarse pronto después de la muerte de un ser querido, ya que la aflicción continua desgasta, trayendo afectación sobre la salud, este hecho presenta la magnitud de un orgullo desmesurado que no conoce la humildad.
Antíoco prefirió la muerte, antes de confrontar la pérdida de popularidad entre sus allegados.
Versos del 18 al 63
Antíoco Eupátor. La seguidilla de triunfos se interrumpe, aunque el autor no lo dice explícitamente, el ejército macabeo es derrotado por el nuevo emperador Antíoco Eupátor.
Un grupo de israelitas helenizados y traidores, claman al emperador de turno con palabras que deberían ser para Dios (Vs 22).
También la acción heroica de Eleazar Macabeo, resulta ser un fracaso al no lograr el objetivo de eliminar al rey.
Las contradicciones entre los poderosos Lisias y Filipo a causa de la ambición y los celos, permite aliviar la situación de los judíos.
A pesar que Lisias derrota militarmente a Judas Macabeo, firma con éste un pacto donde le concede a Israel libertad religiosa, pero no la libertad política, militar y tributaria.
Para un autor enamorado de Dios y de la gesta macabea, es comprensible que en este capítulo con sabor a derrota, no se mencione en la negociación ni a Dios, ni a los macabeos.
El principal culpable de la derrota judía no es el rey de turno, sino los israelitas “renegados” que vendieron su conciencia y su libertad, acusando ante el enemigo a sus propios hermanos.
Comprar la conciencia de hombres y mujeres en las naciones sometidas, sigue siendo una tarea prioritaria de los nuevos imperios.
También son muchos los que hoy venden su conciencia, la vida y la dignidad de su pueblo, por obtener privilegios y favorecer sus propios intereses. En este tipo de opciones es lógico que Dios esté ausente.