Versos del 1 al 50
Persecución de Antíoco Epífanes. Esta sección corresponde en líneas generales a 1 Macabeos 1, 10 al 4, 61.
Estamos ante una magistral página que describe una de las mayores plagas, que afecta a los gobernantes de ayer y de hoy.
Simón, Jasón, Menelao y el rey, representan a los dirigentes políticos o religiosos, corruptos, ambiciosos y prepotentes, que por obtener el poder traicionan a sus hermanos, a sus aliados, imponen modelos culturales extranjeros “helenismo”, convierten la religión en un negocio y buscan la muerte de sus opositores.
Onías representa la otra cara de la moneda, él es el dirigente honesto, conciliador, dialogante, que por encima de sus intereses personales están siempre los intereses de Dios y del pueblo.
Además del tema recurrente del Templo (2 Tesalonicenses 2,3-4), el autor introduce otro tema clave, la imposición de la cultura helenista con la complicidad de un grupo de judíos prohelenistas o “renegados” (1 Macabeos 1,11).
En los ateneos juveniles (vs 9) se hacían ejercicios para la belleza corporal, se aprendía el manejo de las armas y se cultivaba la literatura.
El autor va preparando a sus lectores para enamorarse y aplaudir la lucha de Judas Macabeo.
El capítulo termina reconociendo que el mal triunfa y progresa (vs 50), mientras el bien, simbolizado en la muerte de Onías, es temporalmente derrotado.
El castigo divino se cierne con una cosecha abundante propicia de la mala semilla de la transculturización, aunque en el contexto se presentan personas piadosas que denuncian el saqueo del Templo.
Inicialmente todos en Jerusalén estaban contentos con la instalación de la cultura griega, no se observa en el texto algún tipo de resistencia en defensa de sostener la Cultura del Reino.
Es de destacar que en Jerusalén en lo que respecta a sus ciudadanos, permitieron que se sembrase la cultura de la carne, porque les pareció que había progreso en la instauración de las filosofías griegas.
No se percataron que junto a ella, también se instaló todo vicio, de codicia y lujuria carnal, lo que desencadenó que el apego a “mammon” diseminara aun entre los sacerdotes la corrupción, al comprar voluntades por medio de ofrendas metálicas.