Versos del 1 al 49
Gloria de Simón. Después de 25 años de lucha macabea, Simón alcanza por fin el poder religioso, político y militar.
Israel se cubre de gloria y esperanza porque el territorio soñado es una realidad, sus fronteras se han ampliado, los enemigos externos e internos han sido vencidos.
Toda esta alegría la expresa el autor a través de un poema, muy semejante al de Judas (1 Macabeos 3,1-9), que describe las gestas de Simón, el último de los hermanos Macabeos, protagonista de este glorioso momento.
El poema es una síntesis de recuerdos bíblicos: versos 4 (Jueces 5,31; 1 Reyes 5,4; Salmo 72), verso 5 (1 Reyes 9,27), verso 6 (Éxodo 34,24; Isaías 26,15), verso 7 (Jeremías 31,12; Ezequiel 39,28), verso 8 (Levítico 26,34; Zacarías 8,12), verso 9 (Zacarías 8,4-6), verso 12 (1 Reyes 4,25; 5,5; Zacarías 3,10; Miqueas 4,4), verso 13 (Salmo 18,38-40; 45,6), verso 14 (Salmo 72; Isaías 11,4) y verso 15 (1 Reyes 5,15–9,25).
Vale la pena notar la relación justicia, paz y ecología en el poema, pues cuando en un país reina la justicia y la libertad, las personas pueden vivir en paz y los campos dar sus frutos en abundancia (verso 8).
Era costumbre de la época renovar los pactos cuando llegaba un nuevo gobernante, recordemos que el primer pacto con Roma lo firmó Juan Macabeo en el año 161 a.C. (1 Macabeos 8,1-32), lo ratificó su hermano Jonatán en el año 144 a.C. (1 Macabeos 12,1-23) y ahora lo hace Simón (vs 24).
El hecho que Roma y Esparta tomen la iniciativa de renovar el pacto con Israel, demuestra el alto grado de independencia y soberanía alcanzado por Israel.
La renovación de los pactos con Roma y Esparta, coloca a Simón como continuador del proyecto diplomático de sus hermanos Macabeos.
Llama la atención el interés del autor por reiterar y elogiar los pactos con imperios de tinte faraónico, como el de Roma, haciendo caso omiso a las advertencias de los profetas sobre este aspecto (Ezequiel 17, 15; Oseas 12, 1).
Además que el pacto con Roma de nada ha servido a los judíos, pues en los momentos críticos nunca pudieron contar con su ayuda.
No hay duda que la diplomacia es algo fundamental para mejorar la convivencia internacional, sin embargo, uno esperaría que el proyecto macabeo hubiera dado ejemplo en este campo, estableciendo primero alianza con los países pobres y los pobres unidos, si es necesario, establecer acuerdos con los países poderosos, entre los pobres se hacen pactos, con poderosos acuerdos.
El pacto de Israel con Roma mantiene la dependencia y la esclavitud tributaria, actitudes faraónicas rechazadas por el Señor, Dios de los excluidos y de la liberación.
El autor aprovecha el elogio del pueblo para destacar los méritos de la vida y obra de Simón, igualmente, para hacer una síntesis histórica de toda la gesta macabea.
La doble datación de los hechos (vs 27) es signo de la conciencia que había en el pueblo de haber comenzado con Simón Macabeo, una nueva etapa en la historia de Israel.
El pueblo decide otorgar a Simón los títulos de Sumo Sacerdote, caudillo y jefe militar con carácter vitalicio y hereditario (vs 41. 48) dejando las bases para el establecimiento de la dinastía Asmonea.
No aparece todavía el título de rey, probablemente por dos razones, la primera, porque a pesar de la soberanía alcanzada, todavía era un estado vasallo del imperio Sirio (1 Macabeos 14, 38).
La segunda, porque no tenía la confirmación de los profetas (Deuteronomio 18,15 – 22).
Cabe la pregunta, ¿por qué una gesta nacionalista de tanta envergadura, no tuvo el respaldo de algún profeta o al menos una resonancia profética?.
Es cierto que para esta época la profecía estaba en crisis, pero también es cierto que algunos hechos del proyecto macabeo van en contravía del modelo bíblico-profético, por ejemplo, la alianza con los países imperialistas o faraónicos.
Además, la preocupación por acaparar todo el poder político, militar y religioso en una sola persona, tal como lo hacía el faraón, los reyes de Asiria, Babilonia, Grecia o los mismos reyes de la fracasada monarquía israelita, el establecimiento de una dinastía (vs 41).
Posteriormente llamada Asmonea, con pretensiones de perpetuarse en el poder, quitándole la posibilidad a Dios y al pueblo de elegir sus propios gobernantes y dirigentes religiosos.