Versos del 1 al 11
Pleitos entre cristianos. Es justamente la baja calidad de la vida comunitaria de los corintios lo que ataca Pablo en este caso.
No existe el diálogo ni la caridad. A los bandos que ha hablado antes se añade ahora la desgracia de los pleitos, con el agravante de que los asuntos de familia se exponen y someten ahora a los de fuera.
El Apóstol propone un mandato y un consejo. El mandato es resolver los pleitos dentro de la comunidad, sometiéndolos a árbitros cualificados, capaces de juzgar con sentido y justicia cristiana.
Termina este asunto de los pleitos con una llamada de atención a los ricos y poderosos para que se rijan por la justicia del Evangelio: “¿no saben que los injustos no heredarán el Reino de YEHOVAH Dios?” (vs 9).
A continuación, Pablo completa la serie de conductas negativas que ya había iniciado en 1 Corintios 5, 11, aludiendo a los fornicadores, idólatras, adúlteros, entre otros, ellos tampoco heredarán el Reino de YEHOVAH Dios.
El motivo lo deja para el final, donde con tres términos de gran contenido teológico describe el milagro acontecido en los creyentes de Corinto.
Si antes incurrieron en esos vicios, ahora, por el bautismo en el Nombre de Yeshúa han sido purificados, consagrados y absueltos por la invocación de Yeshúa ha Mashiaj y por el Espíritu de nuestro YEHOVAH Dios (vs 11).
Estos tres términos aluden a la trasformación existencial ocurrida en el bautismo que debe dar a luz a una persona nueva y santa.
Versos del 12 al 20
Libertad cristiana y fornicación. El tema que toca Pablo en este apartado de su carta es de candente actualidad.
Lo era entonces y lo sigue siendo hoy, la libertad sexual. En estilo de diatriba, el Apóstol repite y refuta los argumentos de los corintios.
El primer argumento es una pobre interpretación de la libertad evangélica a la que Pablo alude con frases como “todo me está permitido” (vs 12).
Es probable que algunos de la comunidad se dejaran influir por corrientes del pensamiento gnóstico griego, muy en boga en aquellos días, según las cuales lo material (el cuerpo y sus funciones) está separado de lo espiritual y por consiguiente no afecta al espíritu.
Así las cosas, lo sexual no estaría condicionado por la nueva realidad cristiana adquirida en el bautismo.
El segundo argumento en apariencia más convincente: la satisfacción o gratificación sexual es tan necesaria y éticamente neutra como el comer.
El hombre y la mujer enteros, con sus cuerpos, pertenecen al ámbito de la salvación. Por ellos y ellas murió Yeshúa corporalmente y los cuerpos han de compartir también la gloria del resucitado.
El cuerpo del cristiano es signo visible y templo del Espíritu.